Un día poco usual, soleado por cierto en esas regiones lluviosas de la tierra, me levantaré y recordaré mi pasado como dulce sueño antes de bajar al río, darle de comer a las gallinas y a los cerdos, ordeñar las vacas, y preparar el desayuno de la abuela. Mientras tanto seguiré huyendo de Teseo para evitar que me asesine, corte mis cuernos y se los lleve a su padre; mi asesino pretende descifrar la ruta de sombra sin necesidad de Ariadna, de su luz, de su hilo cálido y elástico que lo sostenga al tantear entre la sombra y la tristeza; yo, lluviosamente apresurado, escribo los signos que me esconden detrás de estos muros de arena que crecen, se elevan más arriba de los altos días y de la altura del fuego que me parió –mi cuerpo de animal solitario no añora ni el viento ni el mar ni el amor-; sólo sé que mi perseguidor se extravía entre las almas dolorosas, juega en la humedad que ni lo recuerda, recorre patios inútiles buscándome; busca detrás de estos muros que se bifurcan infinitamente, que se alargan en laderas, barrios deslumbrantes, lotes de barro lluvioso, casas de techos cóncavos; olfatea crepúsculos agrios que blanquean estatuas, espera al viento entre los árboles; quizá aéreo su lamento que yo oigo entre las palabras que se parecen a sus gritos, a sus pies, a su silencio; mira estas huellas resbalando, los susurros zigzagueando por la autopista que rodea, atraviesa las calles equidistantes de la nada que bordea el profundo centro delirante de este laberinto donde vivo.
Yo, que añoro ese día -poco usual lleno de sol para vivir sobre la tierra-, vivo ahora en retrospectiva indefinida alterando sin tregua el tiempo sin origen, por ello, regreso a la era que me vio nacer minotauro mental dentro del laberinto de estos anegadizos libros, mariposa de lluvia más allá del agua, inmortal que quiere ser mortal el resto de sus días.
Texto seleccionado en el Concurso de Aventuras organizado por Letras con Arte. Agosto 31 de 2015.