sábado, 28 de noviembre de 2015

Poema del vino



Que el poema sea añejo
al beberse en copas de silbos
o en el cuenco de las manos,
que su aroma de vino suba
y crezca su delirio embriagador
entre las venas y hacia el corazón.
Que el poema se beba de una página
y se brinde entre renglones tachonados
y su licor alegre mi saludable ausencia.
No pido otras esencias para bebérmelas.
Yo vierto este poema en botellas de papel
para conservar la soledad del dulce líquido,
su aroma maderable a distancia,
su estatura de invierno reciente,
su volumen de ola ebria de luz,
su cuerpo nocturno vestido de luciérnagas,
su voz (sin silbos ni murmullos) sin orillas.
Ven y léelo de un sorbo, sin suspiración,
así, en esta copa
o renglón
que contiene versos aromáticos
de lluviosa espuma
hacia la oscuridad de la garganta,
así, sin reguero de versos
cuando se descorcha el poema.

sábado, 7 de noviembre de 2015

Al otro lado de la nostalgia


Para ser exactos, ella, sola, no tendría otro remedio que esconderse detrás de un velo de  angustia que tejería desde que dejó a su viejo padre para ir a Londres, ella, quien quiso sólo salvaguardar a su padre de la soledad inmensa que se adhiere bajo la piel y atraviesa los huesos como un virus inmune a cualquier mapeo médico, a ella la soledad se le ramificaría por entre sus nervios y se le enraizaría férreamente como una sequoia que, naciendo de su sangre, crecería sin detener el avance de oscuras ramas muy adentro del alma. Y años después, sola, en su vejez, sufriendo de la decrepitud propia que trae la demencia senil, sin los mimos y caricias de sus nietos, sola el alma, necesitaría todo el frío entre sus huesos para sentir (como bajo la lluvia) a su padre pasar frente a los ventanales de la habitación de la planta baja; solo ahí ella, ella, cincuenta y cinco años después, y en un inesperado acto premonitorio, cercana la muerte, ella sabría que su padre nunca la había abandonado, y que en medio de su soledad, en esta hora de angustia él estaría a su lado (como siempre) en su tránsito a la ausencia, e inexplicablemente, quizás por primera y última vez, se les vería al fin juntos tomados de la mano en la densa niebla cerrándose ruidosa al otro lado de la nostalgia.