jueves, 8 de octubre de 2020

El árbol


He creído antes que soy un árbol:

la cabeza, copa; el cuello, tronco; y de ahí para abajo

solo raíces, desde el hundimiento de la garganta

en el abismo de la clavícula,

hasta el dedo pulgar de los pies”

 

Olga Lucía Martínez Castellanos  

 

“...me miro y me crecen como ramas...”

Liliana Moreno Muñoz

 

Yo era delgado, sacudido por la tempestad. Mis ramas, por el viento. Nací en un país extraño habitado de bruma. Mi frágil cuerpo no huía de la lluvia. Sin saber crecer nunca aprendí a correr. Los pájaros diseñaron sus nidos en mi madera. El tiempo se detuvo entre mis ramas. Yo subía con hojas y silbos al cielo y por mis escarabajos ascendían a su antojo. El musgo se adhirió a mi madera. Me habitaron insectos. Larvas entre mis grietas oscuras. Me picotearon los pájaros; sus cantos tejieron entre mis ramas. Los amantes gustan dormir contra mi tronco húmedo por tantos besos, entrelazando sus nombres en mi vientre. Pero los amantes saben que algún día el hombre que regó mi tierra, aquel que dejó su cicatriz de amor en mi corteza terrestre, sus huellas en mi piel, arribará con más hombres, vendrán con sus cuchillas a cortarme en partes iguales, para transformarme en mesa o en puerta de una casa. Seré lápiz o puente en la noche sin caminos. Y fabricarán conmigo la más elemental cuchara para alimentar al pueblo. Así sabré que fui útil para todos.               

 

jueves, 9 de enero de 2020

Entrevista a Alexánder Buitrago Bolívar

Revista Literaria Digital Boca 'e Loba




Los niños de la guerra



15 de mayo de 2019

En medio de las festividades del docente, de los mensajes por redes sociales en los que en mi país Colombia se replantea la labor del docente al valorarlo como persona y profesional entregado a ir más allá de los horarios, un día en el que también se reclamó (sin marchas mi paros paralizantes en todo el país) el trato digno (en, por ejemplo, un adecuado y merecido servicio médico) y el también respeto salarial a la labor docente, leía en el número 162 de la revista Arcadia un texto conmovedor escrito por una de mis profesoras de literatura en la Universidad de los Andes: "Mientras miro la exposición se me ocurre que el dolor que está en la raíz de todos los dolores es el del cansancio del que no se puede descansar. Toda tortura, toda humillación, toda esclavitud, todo abuso, todo cautiverio y toda carencia conllevan el robo del descanso"; así, la profesora Carolina Sanín se expresa respecto a la exposición El testigo de Jesús Abad Coronado, quien fotografió la guerra en el país durante un cuarto de siglo y de ese modo también evidencia el otro lado de nuestra celebración del 15 de mayo en honor a nuestros educadores. Es decir, todos los niños deben volver a la escuela, tener acceso a la educación, cambiar su dolor por alegría, la alegría de andar por su patria sin miedo a campos minados, o a bombardeos, o a cualquier tipo de reclutamientos, o a trabajos forzados que los vuelvan a obligar a cambiar sus juguetes por armas, a cambiar las tareas de sus cuadernos para vender dulces en un semáforo o a mendigar en los semáforos. Yo creo más bien en un futuro cercano en el no haya niños de la guerra sino, al contrario, niños felices, niños de la paz.


Alexánder Buitrago Bolívar


Sobre Estación del Fuego

RECUERDOS EN ROJO DE UNA ESTACIÓN DE FUEGO
(Palabras de mi estimado amigo el escritor peruano José Antonio Contreras)

Hace ya un año pasaba hacia Bucaramanga, el avión había realizado una parada en Bogotá, y tenía poco tiempo para embarcarme nuevamente hacia mi destino. Después de cruzar el cordón de seguridad, comprobar nuevamente que no contaba con megas en el celular, caminaba triste al no haberme podido encontrar con una persona con la cual había quedado en El dorado.
De pronto ingresó una llamada milagrosa, era el poeta Alexánder Buitrago, el aeropuerto había activado un sistema de wifi para viajeros que duraba apenas unos ínfimos minutos, fue suficiente.
Corrí de nuevo hacia la salida y pude sentir el abrazo de fuego de este poeta y todas sus palabras. Le entregué 10 ejemplares de la Antología Poética Colombiana “La palabra provocada”, él en cambio, me entregó su Estación de fuego”.
Leí el libro con unción en todo el trayecto hacia esa ciudad hermosa de los parques que me esperaba para dialogar sobre la poesía y la integración cultural de la cual somos partícipes y seguidores.
En esa oportunidad pude entender que “el viento / es una muchacha alegre” y que “hay naufragios / que besar” y “que puedo escribir / que besar / determina / la estación que habita / el fuego”. Esto como un aperitivo antes del ágape definitivo y completo.
Desde ese momento quise escribir sobre este pequeño libro rojo que me ha inflamado las venas en muchas oportunidades, pero el acontecer diario, el trabajo agotador y días y noches que no tenían frontera, no me lo habían permitido.
Cuando llegué a Europa me lo puse como meta, como si fuera alguna responsabilidad hablar sobre este pequeño incendio para que todos mis contactos y seguidores lo conozcan.
Y seguí viajando, y “cruzo / distancias remotas / constelaciones / magnéticas / la / repetida / lluvia quebrándose / el / oleaje / de besos / apenas / celebro / curvas soleadas / pleno / de tus hombros / a tus pies / volando / digital / de besos / subo / por tus piernas / divino / pequeñísimo / para hospedarme / temblando / de pasiones / por siglos / amor / escalo / líneas ebrias / duplicadas / de fuego / cubiertas / de mariposas / nube / hacia la eternidad”.
Y ahora digo en este año que se muere: yo también soy. “Soy mi ayer / fui / buscando / el tiempo / su voz / azul violeta de los campos / rayos de sol / la hierba y las raíces”.
Ya finalizando el libro el poeta grita: “Yo recorro / las huellas que dejan las palabras / distancias / soy / eres / única / como un campanario de besos”.
Estoy seguro que el poeta Alexánder Buitrago está cumpliendo a cabalidad lo que anuncia en el último verso de este hermoso libro rojo que, como vuelvo a repetir, me inflama las venas de vez en cuando, y soy rojo, y soy poesía, y soy hombre que ama y se siente amado: “Iré / ocupando / el sitio de la primavera”.

La imagen puede contener: Alexánder Buitrago Bolívar, sonriendo, interior
                               

Para Escribarte

Regreso años atrás hacia las calles de Cúcuta. Me lanzo por entre los árboles en el viento que mueve las hojas presurosas. Voy feliz por esas calles de Cúcuta largas que se angostan en la noche para encontrarme de nuevo con bohemios beodos que liban el vino de la vida: son poetas. Poetas que sueñan como si fueran ángeles sin alas. Poetas que arrastran sus alas como albatros. Poetas que escriben bajo la lluvia y sin que nada ni nadie los detenga escalan el aire del poema más allá de los libros o la noche. Yo los miro como atletas preparándose para subir poema arriba hacia la cima palpitante. Ellos tonifican sus palabras estirándolas elásticas como la música. Los poetas son atletas que acostumbran escalar suspiros o silbos. Sólo basta un soplo para que nos sueñen. Yo mismo una vez fui parte de este cenáculo de sombras que entrenan para la carrera en el poema. Y bebí las palabras que se les escurrían por entre sus manos como árboles o relámpagos. Y mírenme ahora cayendo o resbalando demasiado imaginario hacia el fondo de poemas rápidos como ríos furiosos. Quizás sea yo, ahora que llego en sueños a Cúcuta y atravieso las paredes de luz de la Torre del Reloj. Quizás sea yo ese otro que aún recorre las calles lunares de Cúcuta para encontrar el rastro de los ángeles o demonios que se besan en la estación de olvido. Soy quien los encuentra a ustedes soñando sueños por todas partes y más allá. Porque ustedes son soñadores que tejen y destejen el aire para que nosotros existamos, para poder vivir el día a día sin perder el equilibrio en la cuerda floja de la locura. Ustedes son quienes llenan nuestros bolsillos de duendes y pueblan nuestra barba de mariposas fantásticas en las noches cóncavas como éstas. Noches como estas en las que, por ejemplo, llego desde muy lejos en la nave cóncava del viento para sitiarlos con abrazos interminables, para cantar a la luna pálida devoradora de ojos y demoler en los parques públicos de la ciudad las estatuas sudorosas del verano. Miren mis manos hondas de hojas. Y mi cabeza de girasol ciego. Y mi pecho amante de otros soles negros lejanos. Soy otro que suspira o respira sus palabras húmedas de caracoles y prisas. Yo, esta noche laberíntica en que me extravío en los después, esta noche los aplaudo con olas y besos, con cielos rápidos y autos veloces, y los celebro con escuelas de bosques abiertas para todos sus vuelos o fugas; los celebro, amigos poetas, con campanas submarinas y con pan de poesía para todos los que sufren de insomnio.

El reino de este mundo


                                                                                                                   

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Alexánder Buitrago Bolívar



Los atletas son poetas



Preparación para la carrera
                                                                                                            Para Elías

I.
Escribo
o sueño esta hilera de silbos
        o poema
que ha crecido en los suspiros del agua
y como he visto palpitar esta página
voy a un poema como éste que cruje
al abrir las cerraduras de sus puertas de suspiros
un poema de muros de agua que atravieso
al leer estos abismos escritos
un poema lleno de hojas volando
                                   en cada renglón de aire
y que piso cuando escribo
                                             sueño
                                                         o canto
un poema que consulto en el olvido
o entre escombros de suspiros
antes de correr entre las sílabas de este poema.

II.
Mi cuerpo es irrigado de sílabas de sangre
hasta la punta de mis dedos de luz agria
yo estiro las palabras atadas a los huesos
son palabras para tonificar los tendones
mi pecho de hierba lleno de mariposas
para beber el agua de mi lenta sed de arena
de mi piel de beso rápido
de ola
de espuma
de relámpago
en este poema que me oxigena de pájaros
en el que yo me preparo poema adentro para la carrera.





Poema para recorrer renglón a renglón
I.
El poema para recorrer renglón a renglón 
tiene líneas llenas de multitud de pasos
de atletas que pasan detrás de los pájaros
y que tocan las nubes en sus sueños
llenos de árboles oscuros de luz
el poema tiene niebla dentro
aire arriba el fuego crece a lo largo
y a lo ancho
y se expande en el vacío del renglón de los suspiros
el poema es hecho en el invierno de mi cuerpo
el poema es un túnel en cada renglón tachado
un aguacero escrito que lees con paraguas de niebla
el poema es luz hasta en estos suspiros desleídos.

II.
El poema al que ascendemos
se eleva entre los símbolos de agua
escritos en la página mojada de sílabas
el poema cuesta arriba sube
 en su velocidad rocosa
lleno de grietas
                        hierba
                                    tierra mordida
árboles quemados
graba arañada
viento gris
y sórdido que tuerce las palabras
       de las hojas de los árboles
el poema es un páramo sin caminos
de huellas
de palabras
en la pedregosa página vertical
que verso a verso escalamos
hasta que duela la memoria
y se encalambren los tendones de olvido
viejo
y las palabras se astillen como huesos
y las palabras se rompan como clavículas
al pisar la cumbre del poema de niebla
y allá arriba escribamos
sin luna de sueño el invierno que nos rodea.





Correr para escribir
I.
Antes de correr por entre los renglones salpicados de tachones 
y suspiros
al fondo húmedo de algún poema aún sin escribir
en mi cuaderno de tareas disecciono parte por parte 
                                             como un poema de Walt Whitman
cada tarde soleada después de clases
y bebo el agua jamás nocturna de azul 
                                                              y elástica
y el viento sordo que asciende con pájaros
                                                                       y silbos.

II.
Corro en el aire agrio de vuelos 
                  y fugas
corro con mi uniforme de tachones innumerables 
entintado de suspiros
y logaritmos
y de esa trigonometría conjetural
         ansiando el vértigo de los poemas
y la matemática del mar aún abismo
y escribo corriendo en mi cuaderno de tareas 
la cifra borrosa que tiembla en la pizarra.

III.
Corro inclinado en el viento cóncavo
recuerdo las cometas de papel en el azul viento
                                                           amarillo 
                                                     y dulce 
              como la luz de tus cabellos
toco estos olvidos de bordes soleados
la claridad de tus ojos constelados
el viento verde del maizal que sembró el abuelo
y que empujaba mi triciclo en un viaje fantástico
en el que recorría el mundo por el zaguán de la casa                                                               
mientras saboreaba el viento de las moras machacadas
y el dulce de durazno que preparaba mamá
el viento que traía las palabras a mi cuaderno de tareas 
me alegra ver pasar la lluvia en los descansos 
                                          por el patio de la escuela
hay surcos de cebolla en los renglones 
                                         de mi cuaderno de tareas
y tu nombre de árbol de duraznos junto a la casa del abuelo
hundiendo sus raíces 
en las páginas más húmedas aún no escritas
ahora que desdoblo 
uno a uno 
los pliegues de la memoria 
para pilotear mi triciclo en el que aún viajo
dentro de la casa del abuelo 
lejos del olvido 
y de la lluvia. 

IV.

Yo corro invisible por este poema sin caminos
hecho de silbos
y viento
mis manos transparentes han escrito agua
y hierba
voy subiendo cuesta arriba las palabras
hay sílabas que son abismos de por medio
ríos anegados descendiendo la soledad
yo tonifico la lluvia olímpica
y preparo esta pendiente de palabras
para mis pies de tildes húmedas
y abandonadas
por donde paso junto a atletas como yo
soñadores de crepúsculos
y cimas lluviosas en este renglón pedregoso
desde donde observo la luz mientas asciendo.

V.
Corro desatando el peso de la soledad
de mis huesos profundos
corro desprendiendo
                       la agobiante noche de mi piel
que se adhiere sin luz
y agujeros negros alrededor
mis piernas tiemblan con mariposas
en torno a mis rodillas obreras
yo corro entre los gerundios esperando
entre la hierba del renglón
y los silbos rasgados bajo la lluvia aún no escrita
corro con altos atletas entusiastas
corro por la geografía del poema que piso
corro entre los ríos que brotan
entre las piedras de tinta de la página de lluvia
y la energía oscura que nutre los huesos
oscuros de las raíces profundas
de la madera derramada
y subo por las palabras
hasta las sílabas de ramas de silbos
yo incendio los poemas oscuros
que arden a mi paso
por la geografía del poema de niebla
y caminos de suspiros que escribo
y tacho hasta las hojas de invierno en el viento.






Los atletas
I.
Los atletas brillan en hileras
poema adentro como las palabras
en los vértices convexos de las páginas
los atletas son dioses combatientes
tonificados por la lluvia olímpica
que cava hasta lo más alto del poema
los atletas en su sílaba esperan la señal
el golpe de ola en sus pies aéreos
el viento lluvioso en la cresta del poema
     como un silbo
vocales dentro
y sin curvar preguntas el viento se prepara
árboles aquí dentro de este verbo
acá en la hierba del poema. 

II.
Los atletas felices suben las sílabas más altas
renglón al fondo de mi voz como un túnel
los atletas doblan los renglones de la noche
donde incluso cantan
y fuerte
los atletas desnudos de mariposas
   abrillantan sus cuerpos olímpicos
 bajo la lluvia que cae de la página
                        que escribo mientras corro
los atletas desnudos como apolos
y afroditas en el viento homérico
y el sol que incendia de azul las nubes de luz
en los ocasos circulares
que ruedan en sueños detrás de las palabras.

III.
Bañados por el agua transparente del día derramado
los atletas escalan las palabras sudorosas
los atletas desnudos cruzan días repetidos hasta la cima
los atletas desnudos de sol y mar y viento
ascienden por poemas rocosos
desnudos pasan
por el borde de metáforas
y silbos
los atletas desnudos brillan por el agua de la luz
como un hilo de plata entre las sílabas
como un hilo de arena blanca
cayendo en el agua del tiempo
grano a grano
los atletas desnudos suben los gerundios sudorosos
de poemas incrustados de palabras dolorosas
palabras endurecidas bajo terrones de silencio espeso
palabras verticales desde lo nublado de los silbos
hacia donde voy con atletas
fantasma entre los árboles escritos en la cima imaginaria
a lo largo del renglón tachado a cada paso.

IV.
Los atletas fatigan la lluvia sola
                   una muchacha turbia
con tempestades y relámpagos dentro
una muchacha de cabellos oceánicos
y ojos nublados más allá de los cerros
que recorre la geografía veloz del poema
vestida de hojas de palabras temblando
alrededor de su cintura de agua
        transparente
  llena de silbos marítimos
  la lluvia pasa mojando
la gramática de la hierba
y los gerundios de las raíces de los árboles
poema adentro en la espesura de mi voz
        en la curvatura del aire
cansando como una barca sumergida
van los atletas conteniendo el aire tenso
viajan sin angustia detrás de la lluvia
los atletas
los atletas lluviosos sobre los renglones
     sinuosos
del poema alto
y rocoso
que también escalo en la niebla espesa
de las tildes
por paredes de lodo subo
muros imaginarios
la piedra vertical de las palabras
     de sílabas de roca dura
incrustada en los silbos
subo junto a atletas capas de madera mordida
grava triste
arena sorda  
     otros inviernos sin poblar de cantos
subo esta geografía de agua
montado sobre mi ola de sueño
inclinado como la noche hacia el mar
       imaginario que me espera.



  
Poeta atleta

Entras por los senderos pedregosos de los renglones gastados
otros atletas buscaron la profunda hierba húmeda
o el caracol enlutado
o el árbol que sobrevivió en sus hijos verdes
y delgados temblequeando entre rocíos silvestres
y aire espeso luego del fuego
otros atletas buscaron las palabras hasta su néctar
mientras el viento viajaba en su olímpica velocidad aérea 
y terrestre de atleta
antes de escalar estos silbos
o poema
y atravesarlo como una aguja
de principio a fin
empezando por la noche cóncava que me aislaba
y seguir metáforas cóncavas dentro
         diseminándose entre los renglones de hierba nocturna
y crecer a nuestro paso.

(En mi balanza mental
yo equilibro días
yo voy al sueño profundo
por el borde de ciertas soledades
que se agrietan al asirlas
o al correr dentro del poema.

*

El viento ansioso me sigue
        por el abismo del sueño de niebla.

*

Ven detrás de mi lluvia sin postergar).





I.
Para ser atleta en los poemas
tonifica las palabras hasta ser
elásticas como suspiros
prepara cada suspiro para la sed
cada músculo
hecho en la noche olímpica
de poemas verticales
los tendones de arcilla
    que un dios sin origen
estiró a fuerza de suspiros
los pies entre la hierba
            de poemas rocosos
y el lodo de los adjetivos de la página
bebe
la melancolía
de las frutas
haz que tu cuerpo se ajuste en la marcha
           al camino sediento
al poema sin senderos que es aún páramo
en cuya gramática puedes perderte
si no oyes mis suspiros en el viento
                                              inhabitable
que nadie detiene.

II.
Me sumerjo en el océano del viento
óyelo corriendo hacia el poema
el viento que sacude las vocales de las ramas
y disemina sílabas a lo largo de la orilla
hasta humedezco un poco las palabras
yo escribo magnolias dentro del viento
y desprendo las sílabas turbias de las ramas
estos olvidos que se pegan a mi cuerpo
ahora en un silencio espeso anudado a la lluvia
escribo frente al espejo de mis adjetivos
atleta desde la punta de las uñas de mis pies
hasta las golondrinas de mis ojos
bajo la lluvia brillante
olímpico aquí dentro
en el horizonte marino de luz
y más allá del reguero de tachones de cada renglón
agua siempre
o túnel poema dentro. 

III.
Voy hombro a hombro junto a atletas
que escalan esta pendiente de palabras
curvándose a nuestro paso entusiasta
voy hombro a hombro junto a atletas
que han recorrido kilómetros veloces
en el variante clima de páginas tachadas
atletas que tachan caminos espesos dentro
donde crecen sílabas torcidas
silenciosas de piedras
a la orilla del renglón
atletas que espesan su paso
abismo arriba de los adjetivos
voy hombro a hombro entre las palabras espesas
los abrojos de suspiros
y las grietas que rajan
verticalmente el poema    
hasta la hondura de mi respiración
voy aire
y agua
y sonido agrio a la cima del poema
gane
o pierda luz horizontal creciendo en el azul.

IV.
Cada kilómetro del poema que recorro
es sinuoso como un renglón
hay páramos nublados de tildes
ríos de niebla entre las palabras
   que atravieso   
gerundios rocosos incrustados
peligrosamente entre las sílabas
y árboles de suspiros que crecen a mi paso
cuando piso estas palabras lluviosas
que descienden página abajo hacia el olvido
yo corro renglón arriba hacia el poema
subo suspiros largos a la cima
subo por la luz transparente
con atletas de cuerpos olímpicos
fortalecidos
en otros kilómetros
de sed
o escalando versos verticales de roca dura
incrustada en páginas altas como un páramo
páginas rocosas de donde migra la noche veloz
hacia los cuerpos nocturnos de los atletas
     entusiastas
y báquicos
atletas que no descansan
hasta cruzar la punta del aire veloz
y las hojas cóncavas cayendo
de los árboles dulces
del borde del poema.
V.
Para la sed temblando
        escribo néctar a la orilla
de las sílabas de páginas dobladas
para la sed esta línea de suspiros
que bebo a sorbos verso a verso
como si la página fuera un vaso
que jamás se llena de infinito
sino de noches espesas de densa soledad
sino de noches curvas que atravieso
sílaba a sílaba hasta la sed atleta
sino que pueblo de fantasmas atletas
que acompañan la marcha hacia la cima
esta es mi sed escrita que no se sacia
sino al escribir corriendo estas palabras
arqueadas
que me doblan   
y me curvan hasta los huesos
y la sangre aromatizada de metáforas
que lleva dentro hipérboles
y gerundios
esta es mi sed atleta
     y me circunda de suspiros
la nostalgia como un páramo solo
y sigo hasta el final de la página
                          poema arriba temblando.
  




Los atletas son poetas
I.
Los atletas son poetas
que suben poemas altos
más altos mientras escriben piedras
y sílabas anegando ríos de silbos
viento de las hojas solitarias sin luz
tardes circulares detrás
huyendo veloces entre las palabras
los atletas son poetas que corren
por caminos de palabras
pisan el círculo de luz escrito
en la cima del poema como un páramo
tiemblan llenos de sol arriba del frío
en la niebla de silbos espesos
o en el bosque de silbos mojados
donde reposo entre las palabras cóncavas
bajo la lluvia delgada oblicua que imagino.

II.
Y si ruedo poema abajo al abismo de la página
al resbalar de los gerundios del camino
y las metáforas creciendo
        debajo de los silbos verticales
y si caigo del renglón olímpico
                                               y fatal
húmedo de tildes hasta la hierba
si caigo al fondo del lodo de adjetivos
si me desplomo desde mis vértebras
hacia la noche cóncava
si cae de bruces la lírica
de los adjetivos
hasta mis vértebras hondas
si toda la gramática
se me derrumba encima con pájaros de por medio
los atletas atraviesan capas de olvido
cavan palabras para llegar a mí
hurgan el poema como en una mina
descienden por el agujero de las vocales
de la dura roca del poema como un páramo
y me abrazan bajo los escombros ensangrentados
antes de caer
y romper las palabras de los huesos
y desvertebrar gerundios
silbo a silbo
y sinécdoques aún no escritas
soy una grieta desde las uñas de los pies
hasta mis manos de hueso cóncavo
y continuos sismos me derrumban dentro
esto escrito son escombros volcados
          en la página lluviosa. 
 
(Vamos atletas entre las palabras
estirando los tendones como un silbo
nuestros músculos dispuestos en el aire tenso de la noche
avanzan hacia el azul
hombro a hombro en el agua de este poema que bebemos
mientras escalamos palabras
antes de sumergirnos páginas abajo
de estos renglones llenos de árboles
y pájaros
         que sobrevuelan por encima de los adjetivos
o migran de página al escribir otros cielos
otros renglones de agua para saciarnos la sed de los poemas).
 




En la cima del poema

Aquí en la punta de la cima del poema
en el frío de la página
más rota de mi cuaderno de tareas
aquí arriba entre los gerundios espesos
y los silbos tachados del olvido del aire
aquí en el renglón blando
más alto del aire de esta cima de suspiros
aquí en este poema hecho de sudor agrio
y distancias espesas fatigadas
por atletas borro uno a uno los suspiros en el aire
y suelto mis olvidos para que vuelen
rompan mis bolsillos con sus alas sin memoria
y migren desde las páginas rotas de tachones
aquí muerdo el aire oloroso a manzanas
y a duraznos aromáticos
y al observar desde la cima de la página
las palabras
y los silbos allá abajo
y ver ese río de suspiros
serpeando entre los renglones blancos de los gritos
y las metáforas cubiertas de lilas
escribo abismos hierba resonante de hojas metálicas
el viento divino sonrosa estas palabras
desde donde canto
y tacho luz y dibujo arcoíris de pájaros.

*
Acá arriba en la cima del aire del poema
aquí arriba en la punta más elevada
escrita en mi cuaderno de tareas
aquí arriba de las palabras inclinadas
como espigas en el viento
me despojo de mi piel de tildes
me silencio en cada fatiga
cuesta arriba junto a otros atletas
y se deslíen mis vestidos descosidos
al contacto con el agua
como si rasgara las palabras la luz
que brota de entre los olvidos
de la página el agua
de la luz que fluye
por mis venas
como si la materia de la que soy hecho
fuera el mineral del poema en círculos que habito
me quito capaz de pesadumbre escrita tachones
por años llenos de costras adjetivos como escarcha
que enceguecen
y que vuelven resbaladiza
la roca poema abajo
la página de huellas de atletas de luz aromática
he destruido cada página de mi cuaderno de tareas
acá en la cima nublada del más alto poema
yo estoy con atletas
o poetas que fatigan las distancias
atrás quedaron los olvidos prestados
los gritos escritos jamás tachados
las lecciones de escuela para la marcha bajo la lluvia
subiendo los más altos poemas inhabitables
y ahora las palabras como amarras
y dejo que rueden en rodajas de música renglón abajo
y me despojo de mi incertidumbre
al fin cara a cara con el ángel
acá en el alto aire
que sube más allá
de las páginas de mi cuaderno de tareas
más allá de ese dios prometido que se extravía tras su fuego.




Alexánder Buitrago Bolívar