Este blog es personal e intransferible. Aquí también escriben mis personajes literarios.
jueves, 22 de octubre de 2015
Estación de invierno
Fabularé una ciudad de libros,
cada calle será hecha de papel,
serán grafitis todos mis recuerdos,
la lluvia no horadará las calles
y en las calles se escribirán fantásticos poemas,
todos los poemas serán premiados por la lluvia,
nadie se quedará sin un premio literario
otorgado por la real academia de la lluvia,
cien mil académicos celebrarán el triunfo,
los poetas no serán catalogados
ni expulsados de las universidades
ni encarcelados dentro de los libros
y sólo leerán sus poemas bajo la lluvia
o para que no haya inundaciones.
En esta ciudad metamorfosearé el olvido...
De Estación de invierno,
mención de honor en el Concurso Bonaventuriano de Poesía y Cuento,
año 2013
martes, 20 de octubre de 2015
Mi Bovary
Yo,
aguacero de principio a fin
en tu lluvioso aquí
hasta sangrar las manos,
disemino esa soledad que ocupas,
subo
y bajo por tus ansias,
y anudo tu deseo a la sangre.
aguacero de principio a fin
en tu lluvioso aquí
hasta sangrar las manos,
disemino esa soledad que ocupas,
subo
y bajo por tus ansias,
y anudo tu deseo a la sangre.
jueves, 15 de octubre de 2015
El monje ebrio
Volveré a contemplar el mar desde algún peñasco, y traficar con comerciantes que, junto a piratas, nigromantes y alquimistas, venidos de todas partes del mar, buscan fortuna, venden presagios o quizá transmutan, con engañosos artificios, y a bajo precio, trastos viejos. Ahí me verás de nuevo esparcir en la plaza pública, ante los pobres ojos desarrapados de pescadores, prostitutas, moribundos de oficio y clérigos, mis hechizos, mis pócimas y mis ungüentos, para calmar el mal de amor, librar los cuerpos de la peste o cesar el escorbuto… Una vez más repetiré mi hazaña en aquel siglo de gentes apestosas y esquinas fétidas, de asaltantes de ligera suela y de reyes de carruajes de oro… Que estas palabras una y otra vez me revivan a tu lado, amada mía entre mi acá menos remoto, hecha de huesos de luz y sangre sin edad, y que el día menos largo y cóncavo de todos, me veas arribar undívago a la orilla de la sed y la lujuria que sólo habitas en ese tiempo neblinoso donde soy, otra vez, el monje ebrio que siempre se enamora de tu locura sin límite, música sin campanario que oigo aún muerto…
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