Este blog es personal e intransferible. Aquí también escriben mis personajes literarios.
viernes, 26 de octubre de 2018
sábado, 21 de abril de 2018
domingo, 8 de abril de 2018
domingo, 11 de marzo de 2018
¿El placer de leer?
Hace poco pregunté a algunos jóvenes interesados en el proceso de escritura sobre los libros que más detestaban, libros que no habían podido leer, libros que el profesor había impuesto en clase para ser fiel a sus propios gustos literarios o acaso para cumplir el requisito que exige el Plan de Asignatura, libros que habían abandonado con sólo oír el título o ver su número de páginas.
Para mi sorpresa fueron saliendo en el tablero varios títulos que también me enredaron la vida en el colegio pero que, años después, al estudiar literatura, leí con agrado, amé y me empujaron a soñar ser escritor más allá del requisito de la nota que exigía el profesor de turno en la Universidad.
Libros como Papá Goriot de Balzac o La Celestina de Fernando de Rojas o El Carnero de Juan Rodríguez Freyle que, lo recuerdo como si fuera ayer, me aburrían terriblemente por razones pueriles, infantiles, poco aceptables para alguien que quería ser escritor, me daba sueño la letra pequeña de esos mamotretos sin dibujos y de los cuales pedían resúmenes o análisis literarios sin entender aún qué tenían que ver conmigo y con lo que yo soñaba, sin saber a ciencia cierta las verdaderas razones por las cuales debía disfrutar el placer de leerlos, de entregarme a sus páginas ansiosas sin preocuparme por nada más.
Sin lugar a dudas poco a poco descubrí la importancia de los libros que detestaba sin siquiera haber leído el primer párrafo o el primer capítulo, libros que iba anotando en el tablero viendo y oyendo en la sinceridad de estos jóvenes que sus gustos literarios iban por otro lado, buscaban otra cosa que quizá respondiera a su tiempo, otras escrituras que estuvieran cercanas al canon literario particular que cada cual está en su derecho de hacer y de leer o no, canon que ninguna facultad de literatura o profesor debería imponer sólo porque sin ellos es imprescindible vivir.
Finalmente, tienen razón los que dicen que la lectura no se impone e incluso, por ejemplo, por qué no citar el decálogo del buen lector de Daniel Pennac que impulsa a ser un lector creativo y a no seguirle la corriente al libro, a respaldar la rebeldía a la cual incitaba Cortazar, por qué no dejar libre el paso para que cada cual busque sus autores favoritos y los idolatre y quiera escribir como ellos, porque nuestra única obligación en últimas quizás sea sentir placer al leer lo que nos gusta o nos atrapa, vivir con placer los libros que nos encuentran y no nos dejan en paz como ciertos libros que presto de buena gana y no devuelven, pero por azar vuelven a mis manos para que los lea de nuevo.
Sin lugar a dudas poco a poco descubrí la importancia de los libros que detestaba sin siquiera haber leído el primer párrafo o el primer capítulo, libros que iba anotando en el tablero viendo y oyendo en la sinceridad de estos jóvenes que sus gustos literarios iban por otro lado, buscaban otra cosa que quizá respondiera a su tiempo, otras escrituras que estuvieran cercanas al canon literario particular que cada cual está en su derecho de hacer y de leer o no, canon que ninguna facultad de literatura o profesor debería imponer sólo porque sin ellos es imprescindible vivir.
Finalmente, tienen razón los que dicen que la lectura no se impone e incluso, por ejemplo, por qué no citar el decálogo del buen lector de Daniel Pennac que impulsa a ser un lector creativo y a no seguirle la corriente al libro, a respaldar la rebeldía a la cual incitaba Cortazar, por qué no dejar libre el paso para que cada cual busque sus autores favoritos y los idolatre y quiera escribir como ellos, porque nuestra única obligación en últimas quizás sea sentir placer al leer lo que nos gusta o nos atrapa, vivir con placer los libros que nos encuentran y no nos dejan en paz como ciertos libros que presto de buena gana y no devuelven, pero por azar vuelven a mis manos para que los lea de nuevo.
viernes, 2 de marzo de 2018
domingo, 25 de febrero de 2018
Entre el amor y el odio
Y si solo te rodeara de abrazos
y de besos como una rosa de rocíos secretos
o un rubí engastado en su anillo
Y si solo te desnudara de ventanas
si desnuda abrieras los brazos a la luz
y tu cabello fuera nocturno
y veloz
como los cometas olímpicos
y los satélites alrededor tuyo
cuando besas
no te heriría sino con pétalos
o plumas
o magnolias
o violetas muertas
o campanas rosando tus rodillas
Yo hasta en la muerte
besaría tu sombra
y tus pies fatigando los senderos
del mundo
huyendo de mi furia asesina
asesino implacable
que te ama
y que te odia.
y de besos como una rosa de rocíos secretos
o un rubí engastado en su anillo
Y si solo te desnudara de ventanas
si desnuda abrieras los brazos a la luz
y tu cabello fuera nocturno
y veloz
como los cometas olímpicos
y los satélites alrededor tuyo
cuando besas
no te heriría sino con pétalos
o plumas
o magnolias
o violetas muertas
o campanas rosando tus rodillas
Yo hasta en la muerte
besaría tu sombra
y tus pies fatigando los senderos
del mundo
huyendo de mi furia asesina
asesino implacable
que te ama
y que te odia.
jueves, 22 de febrero de 2018
Poema de amor
Como uno que a
pie
reconocía cada esquina de tu cuerpo
reconocía cada esquina de tu cuerpo
iba por tus
calles de sal
a tu plaza
sitiada por mis besos
a tus caderas ocupadas por mis dedos
huía sombra
o lluvia en tu espalda
bebiendo tus calles de suspiros
esta noche desbordándose
por los ventanales altos del poema
o ciudad
o mujer de agua
a tus caderas ocupadas por mis dedos
huía sombra
o lluvia en tu espalda
bebiendo tus calles de suspiros
esta noche desbordándose
por los ventanales altos del poema
o ciudad
o mujer de agua
mi tacto de
espuma demorándose
iba por los caminos de tus senos
o torres de avena bajo sobrevuelos de angustia
iba por los caminos de tus senos
o torres de avena bajo sobrevuelos de angustia
iba viento
escrito diseminando magnolias
nenúfares de
norte a sur empezando por tu boca
o a lo largo
de tus piernas de luz
hasta
demorarme en tus manos olímpicas
y caer dormido
en tu regazo de rosa o de suspiro.
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