jueves, 9 de enero de 2020

Para Escribarte

Regreso años atrás hacia las calles de Cúcuta. Me lanzo por entre los árboles en el viento que mueve las hojas presurosas. Voy feliz por esas calles de Cúcuta largas que se angostan en la noche para encontrarme de nuevo con bohemios beodos que liban el vino de la vida: son poetas. Poetas que sueñan como si fueran ángeles sin alas. Poetas que arrastran sus alas como albatros. Poetas que escriben bajo la lluvia y sin que nada ni nadie los detenga escalan el aire del poema más allá de los libros o la noche. Yo los miro como atletas preparándose para subir poema arriba hacia la cima palpitante. Ellos tonifican sus palabras estirándolas elásticas como la música. Los poetas son atletas que acostumbran escalar suspiros o silbos. Sólo basta un soplo para que nos sueñen. Yo mismo una vez fui parte de este cenáculo de sombras que entrenan para la carrera en el poema. Y bebí las palabras que se les escurrían por entre sus manos como árboles o relámpagos. Y mírenme ahora cayendo o resbalando demasiado imaginario hacia el fondo de poemas rápidos como ríos furiosos. Quizás sea yo, ahora que llego en sueños a Cúcuta y atravieso las paredes de luz de la Torre del Reloj. Quizás sea yo ese otro que aún recorre las calles lunares de Cúcuta para encontrar el rastro de los ángeles o demonios que se besan en la estación de olvido. Soy quien los encuentra a ustedes soñando sueños por todas partes y más allá. Porque ustedes son soñadores que tejen y destejen el aire para que nosotros existamos, para poder vivir el día a día sin perder el equilibrio en la cuerda floja de la locura. Ustedes son quienes llenan nuestros bolsillos de duendes y pueblan nuestra barba de mariposas fantásticas en las noches cóncavas como éstas. Noches como estas en las que, por ejemplo, llego desde muy lejos en la nave cóncava del viento para sitiarlos con abrazos interminables, para cantar a la luna pálida devoradora de ojos y demoler en los parques públicos de la ciudad las estatuas sudorosas del verano. Miren mis manos hondas de hojas. Y mi cabeza de girasol ciego. Y mi pecho amante de otros soles negros lejanos. Soy otro que suspira o respira sus palabras húmedas de caracoles y prisas. Yo, esta noche laberíntica en que me extravío en los después, esta noche los aplaudo con olas y besos, con cielos rápidos y autos veloces, y los celebro con escuelas de bosques abiertas para todos sus vuelos o fugas; los celebro, amigos poetas, con campanas submarinas y con pan de poesía para todos los que sufren de insomnio.

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Nació en Zipaquirá el 24 de noviembre de 1977. Participó en los colectivos literarios Fundación Siembra, Zaguán de Poesía y Los Impresentables. Es Hermano de la Salle. Publicó el poemario Estación del fuego en 2007. Ha obtenido varios reconocimientos literarios: Primer puesto en el II concurso “La memoria de nuestros pueblos”: Homenaje a los estudiantes caídos en soledad" (2013); mención en el IX concurso Bonaventuriano de Cali (2013); mención en el XXVI concurso de Poesía y Cuento de la Universidad Externado de Colombia (2013), segundo puesto en el XII concurso de poesía Eduardo Carranza (año 2014) y mención de honor en el XII Concurso Bonaventuriano de Cali (2016). Ha publicado artículos y poemas en varias revistas literarias. Colaboró como columnista en la revista digital Vórtice (2015).